¿Por qué nos frustramos?
- Homero Escamilla
- 12 ago 2016
- 4 Min. de lectura
Decides inscribirte al gimnasio porque ya quieres bajar de peso, sentirte bien contigo mismo, aumentar tu masa muscular, definir tu six pack y tener una oportunidad con la persona que te gusta.
Por lo que has leído en internet y en revistas, más las experiencias que “has visto” con tus amistades y conocidos, te haces una idea sobre cuáles ejercicios hacer, su frecuencia y duración, cuáles suplementos consumir, cuántas comidas hacer al día y qué alimentos puedes comer, etc.
Te inscribes en el gimnasio más costoso aunque te quede lejos, bajo el argumento de que ahí va la gente más atractiva. Luego vas y gastas una buena cantidad de dinero en ropa deportiva y en suplementos alimenticios para aumentar masa muscular, para quemar grasa, para definir músculo y para tener más energía. En tu presupuesto no tenías contemplado este gasto y no tendrás ingresos extras en los próximos meses pero confías en poder hacer algunos sacrificios (como dejar de salir los fines de semana).
Por fin inicias esta nueva etapa, es tu primer mes en el gimnasio y todo va de maravilla. Parecería que la expectativa de tener el cuerpo que siempre has soñado te llena de energía pues estás trabajando arduamente. Le dedicas dos horas diarias y no te sientes cansado. Se nota tu entusiasmo y actitud positivos.
Tu atención está más “despierta” que nunca. En cuanto ves a alguien con un desarrollo muscular como el que aspiras tener, observas sus rutinas de ejercicio -las cuales te parecen fascinantes- y te apresuras a ponerlas en práctica.
En tu trabajo te la pasas platicando con tus compañeros sobre los detalles del gimnasio (algunos ya te sacan la vuelta) y además todo el día subes fotos sobre tu progreso a tu Facebook. Mucha gente te anima a seguir adelante, incluso gente que antes ni te pelaba ahora te sorprende dándote un like.
“Voy por el camino correcto” te dices a ti mismo.
El problema viene cuando pasan varios meses y los resultados deseados simplemente no se dan.
Te has esforzado y disciplinado, has sacrificado tus momentos de descanso y relajación, te has valido del coraje y la obsesión, incluso te has caído y vuelto a levantar pero a pesar de ello, sigues sin conseguir tu objetivo.
Te empiezan a pesar el tiempo, dinero y esfuerzo invertidos. Tu seguridad y confianza se empiezan a resquebrajar. Dudas sobre si estás haciendo lo correcto o te has equivocado en la estrategia.
Por si esto fuera poco la presión aumenta por todos lados: en tu trabajo todos los ojos están puestos sobre ti por tus llegadas tarde, las llamadas para cobrar tus deudas no paran, las bromas de tus amigos ya son insoportables y lo peor, una persona que se inscribió al gimnasio después de ti ya presume resultados mejores que los tuyos.
Te derrumbas, has caído en un estado de frustración.
Algunas personas al enfrentarnos a una realidad que no nos gusta, nos sentimos mal con nosotros mismos y perdemos el control de nuestros pensamientos:
“Nada de lo que hago funciona”, “no consigo hacer realidad mis sueños”, “no importa cuántas veces lo intente”, “nunca lo voy a conseguir”, etc.
Cuando notemos que estamos pensando de esa manera, es momento de hacer una pausa para descansar y dar dos pasos hacia atrás para obtener una perspectiva más clara.
El objetivo es tranquilizarnos y dejar que las emociones pasen. Para esto se requiere tiempo, a veces poco, a veces mucho, depende de la persona.
Una vez hecho esto, podremos pensar con más claridad.
Si en el primer día en el gimnasio nos proponemos hacer series de levantamiento con 150 kg de peso y además dos horas de cardio, lo más probable es que tiremos la toalla ¿verdad?
Bueno, lo mismo pasa cuando nos ponemos muchos -y muy diferentes- objetivos como en la historia del comienzo, no podremos con todos ellos, al menos no al mismo tiempo.
Lo mejor es empezar con uno o dos objetivos, los más fáciles por alcanzar y a corto plazo, para así poder mantenernos motivados y enfocados consiguiendo resultados poco a poco.
Una vez definido un objetivo claro, centremos nuestra atención en los cómos, es decir, en las estrategias a seguir para alcanzar dicho objetivo. Para ello es necesario recurrir a los profesionales, quienes tienen el conocimiento y la experiencia necesarios y quienes nos guiarán -cada uno en su área- hacia nuestros objetivos en el menor tiempo posible y sin tantos errores.
Recurrir a experiencias de amistades y conocidos, equivale a lanzar una moneda al aire y desear que la suerte nos sonría. No hay nada como un plan hecho a nuestra medida, en base a nuestras condiciones, necesidades y objetivos. Nos evitaremos pérdidas innecesarias.
El siguiente paso es poner en práctica los conocimientos adquiridos. La acción y sólo ella generará resultados. No podemos sentarnos a meditar y esperar a que nos crezcan los músculos.
Constancia. No llegaremos a ningún lado si los primeros dos o tres días gastamos todo nuestro combustible y los siguientes días ya no nos alcanza ni para ir al gimnasio. Debemos trazar un programa que nos permita administrar inteligentemente nuestra energía y poder ser constantes.
Mentalizarnos: acciones positivas generan resultados positivos, acciones negativas generan resultados negativos. Concentrémonos en las acciones positivas, no nos preocupemos por la hora, el lugar, las marcas que usamos, la ciudad en donde vivimos, la tienda en donde compramos o el pH del agua, sólo por las acciones que debemos realizar. Es la ley de causa y efecto.
Por último, es necesario mantener en todo momento la tranquilidad, si los resultados se tardan no debemos caer nuevamente en frustración y dejarnos guiar por emociones negativas.
Recordar que cada persona tiene diferentes condiciones, necesidades, objetivos y recursos y por eso los resultados se presentan más rápido en algunos y más lento en otros, pero lo importante es que en ambos casos los resultados se presentarán.
La mayoría de las veces nosotros mismos causamos nuestra desesperación por el tiempo tan limitado que nos autoimponemos. Seamos pacientes.
No dejemos que la frustración sustituya a nuestra motivación.
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